Blizzard mueve la franquicia a un público mayor y siempre conectado

Deckard Caín, ese viejo conocido del universo Diablo, no sólo tiene la desgracia de saber que el fin de los días está cerca sino que el primer objeto que cae del cielo tiene a bien hacerlo sobre él. Será al ir a buscar ese extraño objeto caído del cielo cuando empezaremos nuestra aventura.

La personalización en Diablo III viene a la hora de crearte una de las clases de personajes y su sexo. Sin que esto tenga mayor repercusión que las armas y habilidades a las que podrá acceder cada clase, una vez hemos elegido nuestro personaje nos lanzamos a investigar... Es decir: acabar con cuanto bicho se nos cruce.

Al fina lo que es la historia en Diablo sólo importa para ver los vídeos. Lo que hizo, y sigue haciendo, grande este juego no es el juego que se traen entre manos aquellos demonios que quieren destruir la tierra o aquellos que quieren salvarla. Lo que importa en los Diablo es que los combates sean divertidos y ahí Diablo III vuelve a marcar terreno.




Más sencillo, más salvaje


Mucha de la crítica que ha tenido el título desde que se le ha visto en acción se ha basado en la acusación de que se había simplificado en exceso. Lo cierto es que este Diablo III es mucho más accesible para no iniciados y es mucho más sencillo de jugar que sus predecesores. Blizzard no estaba por la labor de dejar el título exclusivamente para los fans de la saga, cosa que hizo con Stacraft II, sino ha querido ofrecer algo destinado a un público más amplio. La evolución de nuestros poderes y habilidades nos irá marcando y hasta guiando la evolución de nuestro personaje eliminando de paso dudas de malas configuraciones que ofreciera un abanico mayor de opciones.

Por otro lado todo el tema de recuperar objetos para equiparnos, venderlos o incluso construirlos está dispuesto de manera bastante sencilla haciendo que en todo momento sepamos qué equipación nos compensa más. En los poblados a los que volveremos entre aventura y aventura una vez hayamos avanzado algo en el juego contaremos tanto con mercaderes al uso, que nos ofrecerán la oportunidad de comprarles equipo o venderles lo que nos sobre, y luego tenemos el herrero y el artesano que nos podrán ir forjando tanto armas y armaduras uno como piedras con poderes el otro. Estas dos tiendas especializadas se pueden subir de nivel, permitiéndonos así hacernos con mejor equipo en el caso del herrero y lograr uniones de piedras de mejor calidad en el caso del artesando. Todo sencillito y sin perdida.

No obstante esto no hace que pasarse el juego sea un paseo. En solitario, pese a que podemos hacer que un compañero bot nos ayude, a partir del segundo acto de los cuatro de los que consta el juego empieza a ser intenso si te lo quieres pasar de primeras. Lo cierto es que, en este sentido, si queremos pasarnos sin ningún compañero de viaje la aventura tendremos que repetir zonas de juego para ir subiendo de nivel a nuestro personaje, ya que fases avanzadas de juego ofrecen combates contra ingentes cantidades de enemigos, muchos poderosos, que lo hacen desafiante incluso en modo normal.






Salvar el mundo, una y otra vez

Lo bueno de títulos como Diablo III tan centrados en lo que es jugar más que en la historia, es su rejugabilidad. No ya sólo porque hay elementos aleatorios en el juego, sino porque una vez que te terminas el juego en modo normal el propio juego te incita a seguir jugando, esta vez en un modo de dificultad mayor para conseguir logros, mejores equipaciones y armamento épico para lograr las destrucciones más espectaculares (motivo último por el que triunfan esta clase de juegos). Y lo cierto es que cuando vuelves a Tristam con tu nuevo super-personaje de nivel 38 y ves a los zombis te entra la risa floja... hasta que compruebas que ellos también son más duros ahora.

Esta adaptación del juego a sus jugadores la vemos también cuando, en medio de la partida, se nos une un amigo. Sí, el juego se hace más sencillo, pero para compensarlo un poco los rivales aumentan en número y poder, por lo que no será un paseo.



Siempre dispuesto

Diablo III requiere estar siempre conectado. Era algo que se sabía y que estos primeros días ha hecho que incluso jugando solo se sufriera lag o directamente que te sacaran del juego. Es una medida de Blizzard que habrá que ver qué consecuencias tiene, pero por lo pronto, y una vez salvados los inconvenientes, se usa para permitir unirnos en todo momento a partidas de nuestros amigos o permitir crear partidas públicas para que cualquiera se pueda unir a nuestra aventura.

Tanto si vas con un amigo como si vas con desconocidos, el juego se acelera. Si no usas un sistema de comunicación por voz lo cierto es que la inercia en estas partidas cooperativas es a ir avanzando en todo momento sin detenernos a escuchar lo que se nos tenga que decir o sin explorar demasiado, sólo aprovechar el número de guerreros para avanzar a toda velocidad incluso dejando tirado equipamiento por no volver a la ciudad. Si bien no es idílico, ya que el juego propone un sistema de banderas en las ciudades para poder aparecer junto a nuestros compañeros estén donde estén, sí que nos permite avanzar a buen ritmo y la tensión hace que el juego se “sienta” diferente. Ahora bien, si correr no es lo tuyo, por defecto la partida es privada y sólo se te podrán unir conocidos, por lo que en tu mano está elegir tu ritmo.

Más allá de la historia, presente y futuro

Además del modo historia, el juego trae ya incorporado un sistema de subastas online para poder comprar y vender objetos del juego. Más allá de lo útil o apropiado del sistema, no deja de ser una herramienta más con la que Blizzard refuerza la robustez económica con la que quiere dotar a sus productos.

Lo que aún no está disponible es el modo jugador contra jugador, que se espera llegue pronto al juego, dado que será ese el modo que pueda alargar la vida del juego una vez la gente se haya pasado en todos los niveles la campaña.





Conclusión

Diablo III, al igual que pasara con Starcraft 2: Wings of Liberty, enfadará a unos y hará disfrutar a otros. Los que se enfadan, además y a diferencia de lo que pasaba con Starcraft, no sólo serán quienes a un juego de 2012 le pidan estar a la altura en cuanto a nuevas opciones de juego, sino que también aquellos fans más más leales al original a quienes sí que les ha cambiado algo del juego, mientras que en Starcraft lo dejaron igual.

En definitiva: tenemos un Diablo 3 más accesible por sus controles simplificados que por su dificultad (especialmente en los modos más duros y en las fases avanzadas del juego), con gráficos donde como siempre destacan las cinemáticas pero en juego se limitan a cumplir sobriamente y además obliga a jugar conectado, con los consiguientes problemas que suscita cuando el día de lanzamiento el servidor está saturado o cuando estás jugando se ponen a hacer mantenimiento de servidores. Pero todo esto se olvida en el frenesí de la batalla, cuando, como imbuidos por nuestra misión divina jugamos en grupo y no paramos de avanzar entre horas interminables de seres infernales.

Puede que no sea una revolución del juego, pero cuando te pones a jugar en compañía vuelve la sed de sangre y Diablo III vuelve a demostrar que no hacen falta muchas novedades para ofrecer horas de diversión.

Lo mejor: Jugar con conocidos permitiendo tomarse algún descanso en la ciudad. Buen doblaje completo al castellano.

Lo peor: La dependencia total de una conexión a internet con los problemas que ello conlleva.

Te gustará si...: Quieres un juego en el que machacar enemigos a golpe de ratón y alguna de las cinemáticas más impresionantes de los videojuegos.

No te gustará si...: Esperas una mecánica de juego complicada, combates sesudos, gráficos punteros o historia profunda.